lunes, 21 de abril de 2014

Mi propio Camino del Héroe, 1ª Parte


Una Metáfora para inspirarte y ayudarte en tu Viaje Heroico


Uno de mis ejercicios prácticos favoritos para trabajar con mis clientes consiste en pedirles que redacten su propia Metáfora del Camino del Héroe.
Para llevarlo a cabo les explico qué es exactamente el Arquetipo del Camino del Héroe, Paso a Paso, y les presento a los personajes de la Aventura que están a punto de comenzar a vivir. 



Si quieres saber más sobre este tema, puedes consultar estos cinco artículos; los dos primeros tratan sobre los 12 Pasos del Camino:

Y los tres que siguen lo hacen sobre los Arquetipos:

A continuación, utilizando el método de Milton Erickson, les llevo a un estado de relajación, profunda pero consciente, para que puedan conectar con su Mente Inconsciente, que es aquella que tiene todas las respuestas a sus interrogantes...
Yo realicé este ejercicio por vez primera, bajo la guía de su creador, Pedro Alonso Da Silva, en el mes de agosto de 2013, y el resultado, que ahora comparto con vosotros, es una metáfora muy esclarecedora y poderosa, que retrata a la perfección mi propio Camino del Héroe, es decir, el que estoy viviendo en estos momentos, pues recorremos el Camino una y otra vez, ¡y cada vez con un mayor nivel de Consciencia!
Y ahora, abro para todos vosotros las puertas de mi Alma:

Érase una vez una casa pequeña en un oscuro barrio de una ciudad igualmente oscura. Una luz llegó desde el cielo hasta la casa y entonces se escuchó el llanto de un niño. 




Los padres intentan proteger al niño de la maldad del mundo en el que viven; y también de la visita del terrible Hombre del Carro, que inevitablemente les va a encontrar, a toda la familia...


 
Pero cuando al fin les encuentra, hiere de muerte a los padres, que comienzan a morir poco a poco, y a partir de ese momento empiezan a envenenar a su hijo, con la mirada, con las palabras, con el toque, con el aliento y con un potente veneno que le dieron a beber en un vaso.
Pero el niño se escapó, cuando tenía seis años de edad; sin embargo, el veneno comenzó rápidamente a hacer efecto y su cuerpo enfermó, y así se mantuvo, sin llegar a morir, pero quedó tan debilitado que desde entonces ha de vagar por el mundo sin fuerzas para poder abrirse paso como otras personas, pues su cuerpo enfermo le traicionaba continuamente.


El Hombre del Carro, incansable y pertinaz, le persigue desde cerca, para cogerle y obligarle a cargar con el pesado Carro de Dolor, y así poder olvidarse de él para poder morir tranquilamente, mientras el niño, el Proscrito, queda encadenado al nefasto Carro para siempre.
Hay otra persona que también sigue de cerca al Proscrito. Es una mujer, muy bella, que viste de negro para pasar desapercibida entre la gente, y cuyo deseo más ferviente es rescatarle del Hombre del Carro y de su funesto destino.


En una calle le da una limosna, mientras con la mirada, sus amorosas palabras y sus dulces manos, comienza a rebajar la fiebre que le consume y a curarle de su triste enfermedad.
Le dice que él es un ser luminoso, que no desespere, que ella también fue una Proscrita, y que la Oscuridad no imperará para siempre. Le aconseja, diciéndole que cante, que busque hacer salir su voz, tan bella y a la vez tan escondida en lo más profundo de su interior.
Pero alguna gente, furiosa y asustada, arrinconan al Proscrito y entonces comienzan a agredirle. En ese momento aparece el Hombre del Carro, que le seguía la pista, apresándole y encadenándole al Carro, para obligarle a tirar de él, azotándole con infinita crueldad con una afilada vara de acero, con la cual le hiere el cuerpo y el alma.
Los siniestros cuervos han graznado, y el Hombre del Carro, que entiende su lenguaje, les ha escuchado, siguiendo el rastro de su sonido hasta encontrar al niño, para encadenarle a la maldición que él ha arrastrado hasta ese momento, y que ahora pertenece al Proscrito.


Ahora los temibles caballos negros le han cercado, han formado un círculo a su alrededor, cercándole sin posible escapatoria, y comienzan a herirle con sus terribles y despiadadas voces, matándole el alma...


Es un día de lluvia, una lluvia densa y pesada, y al acabar el día, el niño Proscrito yace moribundo en el fango, encadenado al Carro, al cual se ha subido el cruel Hombre, quien ahora es parte de la carga. El niño llora de desesperación, y de esa manera toma contacto con su voz, y empieza a cantar y entonces ésta cambia de tono y de volumen, y espanta a los caballos, vuelve loco al infausto Hombre del Carro, quien se tapa los oídos, desesperado, intentando no escuchar, y en ese momento de triunfo sobre la adversidad, el Proscrito cobra fuerzas para romper las cadenas y escapar. 


Avisados por los cuervos y los caballos, los Hombres Oscuros ordenan buscar al Proscrito, al cual reconocen y apresan porque todavía lleva los brazaletes de las cadenas. Obligan a la gente a regresar a sus casas, mientras se llevan como prisionero al niño a lo más alto de una oscura y gigantesca torre de cristal, y allí perpetran el crimen, cortándole sus cuerdas vocales para que nunca más vuelva a cantar, y le abandonan, desangrándose en campo abierto, para servir de festín a los cuervos y los buitres, que acuden rápidamente a devorar su cuerpo malherido.”


¡Muy bien! Hasta aquí la 1ª Parte de este apasionante relato, y dentro de poco... ¡la 2ª parte!

 
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