lunes, 24 de marzo de 2014

La curiosa historia de Arana y Lutecia, 2ª Parte

 
Una fábula sobre el Miedo y la Libertad


"Pero la realidad es que ella se encontraba allí, en medio de un bosque espeso y desconocido, y por más que andaba de aquí para allá no encontraba la salida, ni siquiera una pista, y confusa y agotada, se rindió al fin a lo inevitable, dejándose caer al áspero suelo de aquel bosque, tan diferente del acogedor valle en el que pacía cada día desde pequeña con sus hermanas.


Las pisadas se oían a lo lejos, luego algo más cerca, y después aún más, hasta que aquello se hizo evidente… ¡No estaba sola en aquel bosque! Escuchaba la hierba masticar, y atisbaba su figura a lo lejos, un porte digno y recio, unos enormes cuernos como no los había visto jamás, y más alta que el fiero y temido perro pastor que desde que ella recordaba siempre había vigilado al rebaño.
¿Quién era? ¿Sería seguro permanecer allí? Por un momento pensó en huir –todavía no se habrá dado cuenta de que estoy aquí- pero luego reflexionó… ¿hacia dónde? Así que se armó del poco valor que tenía –la verdad es que nunca lo había necesitado en su vida- y decidió jugarse el todo por el todo, acercándose a la misteriosa criatura, que se le antojaba un lejano, muy lejano congénere.
-¡Buenos días! Mi nombre es Arana y soy una cabra del valle, pero como ves no estoy allí, y es que me he perdido… ¿Podrías ayudarme, por favor? La misteriosa criatura dejó de comer durante un momento, y levanto lentamente la cabeza, mirando a aquel pequeño y curioso visitante, que también se le antojaba un pariente lejano…


-¡Vaya! Nunca sabe una lo que va a encontrar en el bosque. Yo me llamo Lutecia, y soy una cabra de las montañas, ¿cómo has llegado a parar aquí? ¡Nunca había visto a nadie como tú!
-Verás, me encontraba con el resto de mis hermanas paciendo en el valle, como cada día desde que era pequeña, cuando aquella espantosa tormenta puso el mundo del revés, y sin saber muy bien cómo, fui a parar a este bosque tan oscuro; supongo que tan asustada como estaba corrí sin saber en que dirección iba y me perdí, y ahora no tengo ni idea de hacia dónde está el camino del valle; si lo encuentro, desde él sabré llegar hasta el corral, que es mi casa; ¿sabes dónde está el camino que busco?
-Vaya, vaya, el miedo nunca es un buen compañero de viaje, eso me enseñaron de pequeña… Lo siento, pero yo no te puedo ayudar. Vengo, como te dije, bajando de las montañas, porque allí arriba la nieve es espesa y aún cubre los pastos, así que bajo cada mañana hasta el bosque para comer, y vuelvo cada tarde a mi hogar entre las cumbres, más allá del gran desfiladero, y así será hasta que llegue el verano y las nieves se retiren.
Cuando oyó la respuesta de Lutecia, la pobre Arana perdió la última esperanza que le quedaba de regresar a salvo a su hogar, y de nuevo se dejó caer al suelo del bosque, pero esta vez llorando desconsoladamente…
-Ay, ay, ay, que será de mí, tan lejos de mi hogar y de mis hermanas, ¡Qué será de mí en este bosque oscuro! Pobre de mí, ya nunca volveré a comer la hierba verde y fresca del valle ni a hablar con mis hermanas, ¡ay, ay, ay! Incluso echo de menos a mi amo que nos encerraba en aquel corral oscuro y a su perro, que corría tras nosotras para mordernos… ¡Ay, ay, ay, pobre de mí!
Tan alicaída vio Lutecia a aquella pobre cabra del valle, que pensó que ya que no podía señalarle el camino de vuelta a su hogar, al menos podía ofrecerle uno nuevo en las montañas.
-Escúchame, no puedo guiarte de regreso a tu valle, porque no conozco el camino, y es que yo nunca me he aventurado más allá de este bosque, pero si quieres, puedo enseñarte el camino a mi casa; somos muchas allí en las montañas, y con el tiempo ellas serán tus nuevas hermanas. Ya no añorarás tu pequeño corral del valle, y es más, vivirás el resto de tu vida en libertad, sin amos ni pastores, libre como el viento que acaricia las cumbres, ¡libre y feliz como nosotras!


Y al oír esas palabras, Arana paró de llorar, y tras pensarlo unos momentos, le respondió –vale, me gusta mucho tu idea, vayamos a tu hogar en las montañas, ¡enséñame el camino Lutecia!
Partieron pues, ahora en animada conversación, hacia las lejanas montañas, y de tanto en tanto paraban para pastar de lo que el bosque les ofrecía, y es después de tanto miedo y angustia, Arana había recordado que llevaba casi un día entero sin comer, ¡y eso no es bueno!
Habían andado ya varias horas, el bosque quedaba atrás y el sol comenzaba a ocultarse detrás de la gran cumbre, así que bajo las ramas de un gran roble buscaron refugio para pasar la noche. Mucho tiempo había pasado desde la última vez que Lutecia había dormido fuera de las montañas, pero la compañía de Arana, parándose a curiosear en su nuevo mundo a cada paso que daban, retrasaba mucho la marcha. Pero al menos, y a pesar de estar al raso, el gran roble les protegería.


Al llegar el nuevo día se levantaron prestas, acariciadas por los tibios rayos del sol del amanecer, desayunaron con las sabrosas plantas humedecidas por el rocío, y se dispusieron a completar la última etapa del viaje. Ya despuntaba el astro rey cuando llegaron a las faldas de las montañas y comenzaron a subir…
Pero lo hacían lentamente, porque Arana a duras penas iba escalando por las rocas, acostumbrada como estaba a andar por la llanura, y la sabia Lutecia, consciente de ello, se acompasaba a su ritmo con la mayor paciencia. Al poco tiempo de subir por los peñascales pudo ver Arana la amplia llanura que iban dejando atrás, y aún más, pudo atisbar allá, a lo lejos, el sendero que abandonaba el bosque por entre dos viejos olmos, y serpenteando, después de cruzar un pequeño torrente, llegaba hasta el valle que tan bien conocía.
-¡Que alegría! ¡Ahora yo sola sabría como volver a mi corral, con mis hermanas...! Pero ya que he emprendido el camino, quiero llegar hasta el final y ver cómo se vive en las montañas…”


Manuel Marques Robles

¡Y muy pronto la 3ª y última parte de esta apasionante aventura!


Si no has leído la 1ª parte, aquí tienes el link:


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3 comentarios:

  1. Hola Manuel, que emocionante , me dan ganas de tener un chiquito para contarle tus lindas y valiosas historias.. gracias..!

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  2. Hola Siaolis, de nada ¡gracias a ti por seguir el relato con interés! Me alegro mucho de que te guste la fábula. Puedes contársela a tu Niña Interior, que seguro que estará encantada de escucharla. Y aún queda la 3ª parte... ¡Que podrás leer mañana!

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  3. Qué belleza de fábula Manu, me encantó... me siento identificada. UN ABRAZO

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